MEMORIA EMOCIONAL Y COMUNICACIÓN

 

Es habitual que un cuidador o cuidadora encuentre dificultades para comunicarse con su familiar afectado por una demencia o deterioro cognitivo. Este tipo de limitaciones impactan de forma directa en el día a día del cuidador o cuidadora. Pueden producir sensación de frustración y malestar, como problemas para poder establecer una rutina fluida, en ocasiones ajustada a una labor profesional por parte del cuidador o cuidadora. Les supone un reto diario poder atender a su familiar a la hora de que se vistan, se aseen, o realizar otro tipo de actividades o desplazamientos.
Las dificultades encontradas pueden darse por parte del familiar afectado en cuanto a problemas de comprensión: no entienden qué les quieren decir o qué tienen que hacer. Puede ocurrir que su familiar no tenga problemas para comprender; simplemente que a la hora de trasmitirles la indicación o información, se aporte tanta información que el familiar afectado se bloquea o no es capaz de procesar tantos datos. Otra posibilidad puede ser que sus problemas de memoria sean acusados y tenga dificultades para retener aquello que se les ha indicado. O, como caso extremo, podemos encontrarnos a un familiar que no es capaz de entender palabra alguna de lo que le estamos diciendo.

Todos estos casos impiden que el trato sea fluido y la gestión de las situaciones se vuelva difícil. El cuidador o cuidadora puede verse en una situación en la que se vea en la necesidad de repetir una y otra vez su petición o explicación, intentando hacerse entender o que su familiar comprenda y/o entienda para que lleve a cabo aquello que necesita hacer. Esta reiteración, estos intentos continuos de “hacerse entender”, generan sensación de impotencia, malestar, sobrecarga, cansancio, estrés… emociones negativas que se reflejan directamente en la comunicación verbal. Estos aspectos afectan a la comunicación no verbal: es todo aquello que no “se dice” como la expresión corporal, la entonación, la velocidad, el volumen, etc. Cuando nos vemos desbordados o estresados, nuestra comunicación verbal se vuelve negativa: elevamos el tono, hablamos de forma más acelerada, nos mostramos enfadados o tensos, entre otros. Este tipo de situaciones pone a prueba continuamente la paciencia del cuidador o cuidadora, encontrando un reto difícil de superar y que, con el tiempo, se va volviendo cada vez más difícil de gestionar.

En este punto entra en juego la memoria emocional del familiar afectado. El hecho de que no entienda qué le quieren decir, no significa que no interprete el componente no verbal de esa comunicación. Percibe el enfado, el estrés, la sobrecarga. Puede que olvide esa discusión o situación, de qué se hablaba, pero recordará esa sensación de malestar asociada a la persona que le habló con tensión, con prisa, con voz elevada. La memoria emocional no se ve afectada en las demencias, volviéndose una variable mediadora importante. En este tipo de situaciones pueden afectar negativamente a la relación que tengan entre ambos. No obstante, si se conocen qué herramientas pueden aplicarse en cada situación, como aquellas limitaciones puedan tener nuestro familiar, la rutina será más llevadera. De igual forma, no se asociará malestar ni emoción negativa al cuidador o cuidadora por parte del familiar afectado, fomentando así una relación entre ambos más positiva y fluida.

Para ello es importante que el cuidador o cuidadora esté informado y entienda qué está ocurriendo, qué dificultades encuentra su familiar afectado según su enfermedad y la fase en la que se encuentra, como entender qué aspectos personales pueden estar afectando a la tarea de cuidado y de qué forma se adaptará a esta nueva situación en la que se encuentra. Para ello, es importante acudir a grupos de apoyo con cuidadores, donde profesionales especializados puedan aportar información que enriquezca su labor de cuidado; o como ofrecer apoyo emocional por parte de otros asistentes o del propio profesional que gestione el grupo.