¿Por qué es necesario un diagnóstico precoz de la Enfermedad de Alzheimer? Nos lo cuenta Ana Meléndez Asensio, psicóloga especialista en neuropsicología en CITEA, en la sección «los profesionales hablan».

La Enfermedad de Alzheimer constituye, hoy en día, la causa más frecuente de demencia. Clínicamente se manifiesta como un síndrome, caracterizado por alteraciones en las funciones intelectuales (memoria, lenguaje, atención, concentración, praxias, gnosias, capacidades visuoespaciales y funciones ejecutivas), frecuentemente se acompaña de alteraciones psicológicas y de conducta, y que se traduce en la alteración en el funcionamiento del enfermo con respecto al nivel que tenía previamente, provocando situaciones de desadaptación social, laboral, familiar, etc., y la dependencia para casi todas las actividades de la vida diaria. La Enfermedad de Alzheimer tiene, habitualmente, una instauración insidiosa y una evolución lentamente progresiva.

El diagnóstico precoz de la Enfermedad de Alzheimer se basa en la identificación del proceso degenerativo a través de sus manifestaciones cognoscitivas y psicopatológicas, propias de una demencia cortical, y del curso clínico, caracterizado por el inicio insidioso y el curso progresivo. Para obtener información acerca de estos aspectos es fundamental tanto la entrevista clínica con un familiar o cuidador, así como el examen del paciente, estudiando el patrón de deterioro cognitivo, el nivel de conciencia, el estado de salud y la presencia de síntomas neurológicos. Sin embargo, el cuadro clínico de una demencia cortical de inicio lento y curso gradual, sin la presencia de síntomas neurológicos, no es específico de la Enfermedad de Alzheimer. Por tanto, un aspecto fundamental del proceso de diagnóstico en el momento actual consiste en la exclusión de otros cuadros de deterioro cognitivo mediante el empleo de técnicas de neuroimagen y pruebas de laboratorio. Pese a todo, el problema consiste en que existen diversas enfermedades cerebrales que pueden dar lugar a cuadros similares a la Enfermedad de Alzheimer y que también carecen de síntomas neurológicos, hallazgos de laboratorio específicos o imagen cerebral característica.

Diagnosticar la Enfermedad de Alzheimer con absoluta certeza sólo es posible mediante un estudio anatomopatológico. Como es imposible realizarlo en vida, el diagnóstico es siempre de probabilidad por exclusión de otros tipos de demencia.

SERÍA CONVENIENTE ACLARAR ALGUNOS TÉRMINOS:

Diagnóstico Precoz: con este término nos referiremos al diagnóstico clínico de la enfermedad que se realiza lo antes posible; es decir, cuando ya ha comenzado la aparición de síntomas, pero no se cumplen todavía los criterios necesarios para el diagnóstico de síndrome demencial.

Diagnóstico Prodrómico con respecto al cuadro demencial, al considerar para el diagnóstico los primeros síntomas del mismo, todavía compatibles con un funcionamiento normal.

Diagnóstico Temprano de la Enfermedad de Alzheimer el que se realiza cuando ya se ha superado el nivel necesario para poder realizar un diagnóstico formal de síndrome demencial con los criterios diagnósticos más comúnmente empleados.

Podemos apuntar a continuación los beneficios del diagnóstico precoz:

  • Satisfacer el derecho del paciente y de sus familiares a conocer su diagnóstico.
  • Comenzar precozmente el tratamiento, lo que mantendría al paciente durante más tiempo en una situación menos evolucionada de la enfermedad, lo cual retrasaría la progresión de la enfermedad y por tanto supondría un retraso también en la institucionalización del paciente.
  • Evitar situaciones potencialmente peligrosas para el paciente, como los accidentes de tráfico, el empleo inadecuado de armas de fuego u otras herramientas peligrosas, o de medicamentos, o cometer errores financieros de consecuencias graves.
  • Llevar a cabo acciones para prevenir factores de riesgo (p. ej., de tipo vascular, ahora que conocemos la importancia de estos factores también en la enfermedad de Alzheimer) y evitar la instauración de tratamientos inadecuado potencialmente peligrosos.
  • Ofrecer la oportunidad para el paciente, su familia y el clínico de realizar una planificación detallada de los cuidados que va a precisar el paciente.
  • Permitir la implicación del paciente en las decisiones a tomar, al facilitar un consentimiento informado.
  • Ofrecer formación a los familiares para afrontar la sobrecarga derivada de la atención al paciente con EA, especialmente relacionada con la presencia de trastornos psiquiátricos y del comportamiento, presentes en el 90% de los casos, y evitar los sentimientos de culpa o los mecanismos de negación que frecuentemente afectan a la capacidad de cuidar de los familiares.
  • Fomentar el cumplimiento terapéutico.
  • Enlentecer en el deterioro de las funciones cognitivas superiores, la funcionalidad, y el comportamiento.
  • Intentar disminuir los costes asociados a la enfermedad.

 

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