Hablamos de los frecuentes momentos en los que la cuidadora o cuidador se siente culpable mientras está cuidando a su familiar con Alzheimer u otra demencia

No es raro pensar que podemos sentirnos culpables cuando disfrutamos o descansamos mientras otras personas que nos importan, nuestro familiar con demencia, están en un mal momento. Forma parte de la empatía y la sensibilidad ante el conocimiento y la conciencia de problemas que puedan tener personas queridas y allegadas.

Sin embargo, cuando nos vemos en el papel del cuidador, el hecho de apreciar el sentimiento de culpa ante el autocuidado, sentirnos culpables por tener momentos de ocio y dispersión tiene una repercusión que va más allá del malestar producido por la empatía ante la situación.

El rol desempeñado por el cuidador o cuidadora conlleva una vivencia de estrés y sobrecarga importante, donde la persona debe compaginar otras obligaciones con la tarea de cuidar de nuestro familiar. En muchas ocasiones se reduce el tiempo dedicado a otras ocupaciones, aunque es frecuente que directamente se supriman de nuestro día a día: un trabajo, una afición o incluso una relación de pareja. Por lo que el rol de cuidador toma protagonismo respecto a otras ocupaciones previas.

Es por ello por lo que el autocuidado toma un lugar fundamental en toda esta situación. Hacernos cargo de una labor como es la de cuidar a una persona con deterioro cognitivo o demencia y donde hay una cierta dependencia, implica experimentar estrés en mayor o menor medida. Si a ello añadimos que la tarea de cuidado es prolongada en el tiempo, dicha sobrecarga se irá acumulando e irá aumentando. Por tanto, este malestar puede conllevar a sufrir síntomas de ansiedad y/o depresión, o incluso sufrir problemas físicos. Son síntomas derivados de dicha sobrecarga o que surgen por no atender adecuadamente a los problemas de salud que se tengan. Normalmente se prioriza la atención al familiar afectado a la salud propia.

Es necesario atender a las propias necesidades, sean de salud, emocionales o sociales, entre otras. Pueden requerir mayor o menor dedicación y tiempo, pero todas son importantes. Pasar tiempo con familiares y amigos, disfrutar de un café en compañía, dar un paseo, es fundamental para compensar dicha sobrecarga. Para poder dedicar tiempo al ocio u a otras labores puede ser necesaria la ayuda externa; delegar en otras personas, familiares o profesionales, para que dediquen tiempo al cuidado en nuestro lugar y nos permita atender a otros aspectos de nuestra vida.

Sin embargo, pueden encontrarse dificultades para poder disfrutar y desconectar momentáneamente, o no sentirnos capaces de delegar y poder desconectar de la tarea de cuidado. En estos casos, el apoyo psicológico puede ayudarnos a reorganizar ideas, identificar culpas y reconocer mejor las necesidades propias. Así podremos organizar mejor nuestras prioridades y sentirnos mejor con nosotras mismos.

María José Sumariva López, neuropsicóloga en CITEA

Terapia de familia
Terapia individual
Grupo de ayuda mutua de cuidadores